A bordo de bicicletas eléctricas o cuatrimotos se llega a la comunidad Palmar de Guadalupe para conocer de fondo el proceso artesanal de este destilado.
Una vez elegido el vehículo, basta con meter el acelerador o el pedal para comenzar el paseo a través de calles empedradas, parajes de montaña y una carretera con vista a sembradíos de agaves criollos.
Alrededor de 40 minutos, la vista se regocija en un paisaje reverdecido por la lluvia y en donde cerros de todos tamaños dan juego al horizonte.
En el Estado de México se produce mezcal en quince municipios: Almoloya de Alquisiras, Amatepec, Coatepec de Harinas, Ixtapan de la Sal, Luvianos, Ocuilan, Sultepec, Tejupilco, Tenancingo, Tlatlaya, Tonatico, Villa Guerrero, Zacualpan, Zumpahuacán, pero Malinalco es el principal productor en la entidad.
Una vez que se llega a la comunidad Palmar de Guadalupe, los viajeros conocen por qué el mezcal es uno de los productos más representativos de México, su carácter artesanal y su variedad de presentaciones que lo han convertido en una bebida altamente demandada entre mexicanos y extranjeros.
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El mezcal es una bebida alcohólica que se obtiene de la doble destilación del jugo fermentado de las cabezas o piñas de agave cocidas.
Y no solo se relaciona con las celebraciones de todo tipo, sino también tiene uso ceremonial, pues se usa para limpiar milpas, cruces y construcciones.
Más de 400 personas se dedican al plantío de agave criollo y hay 40 destiladoras en Malinalco, según los productores del mezcal La Cascada, mientras muestra agaves con apenas unos meses de vida y explica que deben pasar hasta 10 años para que puedan cortarse y cocerse en el horno para transformarse en mezcal.
El proceso de producción en su forma tradicional se compone de cinco etapas: selección y corte de las plantas maduras, horneado de las piñas, machacado o molienda de las piñas ya cocidas, fermentación y destilación.
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El horno es un hoyo rascado en la tierra donde se juntan madera, palmas y ramas secas para hacer el fuego, y donde se colocan las piñas del agave partidas por la mitad. Luego se cubre todo con tierra y se “cierra” poniendo encima una cruz de madera. Cuatro días después ya salen cocidas para remojarse y a la molienda.
En esta última etapa los viajeros pueden intentar levantar los mazos de madera de más de 20 kilos con lo que machacan las piñas, pocos lo logran aunque las risas están garantizadas.
Una vez conocido todo el proceso se pueden degustar y adquirir distintos mezcales. En La Cascada, además de ofrecer mezcal puro, también tiene opciones de frutos rojos, tamarindo, maracuyá o café.
Solo no hay que beber demasiado, pues aún se debe conducir de regreso a Malikualli, donde esperan más actividades: caminatas o cabalgatas para ver petroglifos, tirolesa o escalada, picnics románticos o cine en cueva.
Además, cuenta con zona de campamento (en renta todo el equipo) y un glamping de tres domos geodésicos con todas las comodidades de un hotel cinco estrellas.