La Marquesita, ícono de sabor que enaltece a Yucatán

En el marco del nombramiento de Yucatán como Capital Iberoamericana de la Gastronomía 2025, uno de los sabores más representativos de su identidad culinaria cobra especial protagonismo: la marquesita, un antojito callejero que ha trascendido generaciones y fronteras, y cuyo ingrediente estrella es el inconfundible queso de bola holandés.

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La marquesita, ese irresistible antojito yucateco que combina lo dulce y lo salado en una delgada oblea crujiente, se ha convertido en un ícono de la gastronomía popular del sureste mexicano. Originaria de Mérida, esta delicia ha trascendido generaciones y fronteras, llevando su sabor único a ferias, plazas y calles de todo el país.

La marquesita es mucho más que un postre; es una expresión de ingenio, mezcla cultural y tradición. Su origen se remonta a 1940 en Mérida, cuando se combinó lo dulce y lo salado dando paso a la creación de una experiencia única y de gran tradición yucateca: “la marquesita”, una galleta estilo crepa crujiente enrollada y rellena de queso de bola rayado, importado de los Países Bajos. Con el tiempo se han agregado otros ingredientes como el chocolate, cajeta o mermelada.

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Foto: Cortesía

 ¿Qué es una marquesita?

La marquesita es una delgada crepa crujiente que se enrolla al momento y se rellena con una sorprendente mezcla: queso de bola (tipo Edam) rallado y complementos como nutella, cajeta, leche condensada, mermeladas, plátano, crema de cacahuate o fresa. Su secreto está en el contraste de sabores que despiertan nostalgia y placer en cada bocado.

El antojito nació en los años 40 gracias a Don Leopoldo Mena, un heladero yucateco que buscaba ofrecer algo caliente durante las temporadas frías. La mezcla de texturas y el aroma del queso fundido con chocolate pronto se convirtió en un éxito local. Su nombre surgió en honor a las hijas de un cliente frecuente, conocidas como “las marquesitas”.

Hoy en día, las marquesitas son parte esencial del paisaje urbano de Mérida y pueblos cercanos, y su popularidad ha crecido en todo México. En ferias, parques y centros históricos, los carritos de marquesitas siguen ofreciendo esta experiencia callejera con recetas tradicionales y nuevas fusiones gourmet.

La masa, similar a una mezcla de crepa pero más crujiente, se extiende sobre una plancha caliente y se enrolla rápidamente para servirla en su punto exacto. Ver cómo se prepara es ya parte del espectáculo: el aroma tostado, el queso derritiéndose, y ese primer crujido al morderla son parte del ritual.

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La marquesita es protagonista en la Feria de Yucatán en Xmatkuil, así como en fiestas patronales, tianguis y mercados nocturnos del sureste. También ha llegado a grandes ciudades como CDMX, Guadalajara y Monterrey, donde ha encontrado nuevas versiones y públicos que la adoptan como parte de su cultura urbana y conscientes de la importancia cultural y emocional que tiene este antojito para los habitantes del estado, y del impacto que ha tenido en la identidad gastronómica de la región, se ha establecido oficialmente el 16 de julio como el Día de la Marquesita, una fecha para celebrar a quienes la elaboran, a quienes la disfrutan y al ingrediente que la hace única: el queso holandés.

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Más que un postre, la marquesita representa la fusión de tradición, ingenio y sabor. Es una forma de compartir la calidez de Yucatán, una muestra de la creatividad de su gente y un ejemplo de cómo lo local puede volverse universal con solo una mordida.