Hoy, al recorrer Yucatán, podemos ser testigos y apreciar una actividad que desde hace al menos siete siglos se practica en la península: la meliponicultura o crianza y manejo de abejas nativas sin aguijón con la que los antiguos mayas sabían trabajar muy bien y a la que conocemos como melipona beecheii.
Una tendencia que ha cobrado mucha relevancia en viajeros del mundo, sobre todo por lo observado durante la pandemia y las consecuencias derivadas del largo encierro, es cómo podemos ser más respetuosos con la naturaleza luego de corroborar la magnitud del impacto que ocasionamos en los ecosistemas y la necesidad de hacerlos más sostenibles. Así, cada vez más gente se preocupa en consumir y disfrutar escenarios naturales con responsabilidad social y ecológica; es un turismo con causa, sustentable.
Y es aquí donde entran nuestras apreciadas abejas meliponas.
Única entre miles
En Yucatán un turista consciente puede recibir vivencias estimulantes todo el tiempo. Si eres uno de ellos y te adentras en el reino de la beecheii irás de sorpresa en sorpresa pues, para empezar, comprobarás que de entre las 20,000 especies de abejas que existen en todo el mundo, en el continente americano se desarrolló un género llamado Meliponinae o melipona, cuyo aguijón es diminuto, atrofiado, y en parte por ello sus miembros tienen un comportamiento no agresivo y son productoras de una miel singular, diferente a la que solemos conocer de la especie Apis mellifera que introdujeron a América los ingleses y españoles en el siglo XVII (¡esas que sí que se defienden clavando su aguijón!)
La pacífica abeja beecheii se distingue por eso y otras cosas más, como su dieta es ultraselectiva, a diferencia de la Apis mellifera que vemos revolotear en muy variadas fuentes vegetales que contienen néctar o dulce, la pequeña melipona de Yucatán obtiene su sustento de flores que germinan en la ceiba o yaaxché, como le llamaban los mayas a este árbol para ellos sagrado, además de otros cuyas propiedades medicinales son bien identificadas en el saber tradicional como el balché, el chaká o palo mulato, el dzidzilché y muy especialmente, unas yerbas trepadoras que la gente arranca de sus cultivos pero cuyas flores amarillas las beecheii adoran: el tahonal, que suele crecer al lado de las carreteras.
Deliciosa y curativa
Gracias a la preferencia de abrevar el néctar de árboles y plantas que durante generaciones han servido para curar diversos males, la miel de las beecheii tiene propiedades únicas. Desde el saber antiguo maya que se sustenta hoy con investigaciones científicas, a esa miel se le atribuye eficacia para combatir, por ejemplo:
- Crecimiento de catarata o glaucoma.
- Infecciones, conjuntivitis, heridas.
- Dermatitis, ayuda a regenerar tejidos (la industria cosmética la usa para hacer cremas y mascarillas).
- Gastritis, úlceras y heridas internas.
- Anemia, la miel es usada como complemento alimenticio.
- Enfermedades graves, ayuda a enfrentar algunos tipos de cáncer.
Así que además de sabrosa, es una herencia saludable.
Turismo sustentable
Para preservar el ecosistema de todas las abejas meliponas, Andrea Figueroa, de Miel Nativa Kaban, sugiere que no hay que atentar contra las floraciones que las dotan tanto de polen como de néctar. Si las queremos ayudar de verdad, sugiere que cultivemos plantas y flores propias de la región donde vivamos, pues no todas las abejas se nutren de cualquier especie vegetal.
Figueroa aporta más datos sobre la peculiaridad de la miel de la beecheii. Por ejemplo, una colmena apenas produce dos litros de miel al año, cuando una de Apis mellifera puede fabricar hasta 60. De ahí que el precio de la miel melipona sea mucho más alto que el de la europea. Otra singularidad de la miel de la abeja yucateca es que no siempre sabe exactamente igual; unas veces es muy cítrica y otras dulce, pues como les sucede a los vinos, depende de las condiciones del terreno de donde se abastecen las abejas, el clima, las floraciones y la pureza que quiera conservar el apicultor.
Desde Miel Nativa Kaban, gente como Andrea trata de propiciar que, con buena información, los turistas y consumidores aprecien las peculiaridades de la miel de la beecheii y colaboren a hacer una economía sustentable. Este turismo solidario brinda alternativas económicas para las comunidades campesinas, genera ingresos complementarios y contribuye a defender y revalorizar los recursos culturales y naturales de las localidades.
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En Yucatán hay productores de miel de meliponas en varios puntos del estado. En Sinanché, por ejemplo, una cooperativa permite disfrutar de un apiturismo a través del cual podremos catar las diferentes mieles, conocer meliponarios y colmenas de otras abejas; experiencias semejantes se dan en el Pueblo Mágico de Maní –incluso hay una ruta de meliponarios llamada Xunáan– o en la hacienda Chablé Resort & Spa.
Así, de la mano con meliponicultores locales y gobierno con el impulso del gobierno estatal y manteniendo prácticas de comercio justo a través de la miel, jabones y cremas, se crea “una cadena que implica cuidar tanto el ambiente de las abejas como el ingreso económico de las familias de los pequeños productores”, explica Andrea Figueroa.
La idea es que un consumidor bien informado y conocedor del entorno puede, además de atesorar una experiencia memorable, contribuir a sostener el hábitat de las abejas, apoyar a las comunidades que viven de ello y disfrutar de productos saludables y deliciosos.
Todo lo anterior en la entidad más segura del país, que además ofrece medidas y protocolos de bioseguridad que cuentan con el aval internacional Safe Travels del Consejo Mundial de Viajes y Turismo, lo cual permite generar “burbujas sanitarias” para que los visitantes se sientan tranquilos y puedan disfrutar de una grata estancia.