Uno de los destinos más aclamados por los viajeros del mundo se hace presente con fuerza una vez más. De acuerdo con el INAH, esta zona arqueológica considerada una de las Siete Maravillas del Mundo Moderno por la Unesco fue la más visitada en lo que va del año al registrar un flujo de 260,000 mexicanos y 330,000 turistas extranjeros que anhelan ver con sus propios este imponente lugar.
Esta enorme afluencia de viajeros de todos los rincones del planeta hacia Yucatán se debe, además de su magnificencia, a la expectativa que despierta presenciar la magia de un fenómeno mundialmente conocido durante el equinoccio, en el que desciende la serpiente en la pirámide de Kukulcán –también conocida como “El Castillo”, el cual puede disfrutarse no sólo en marzo, sino también alrededor del 21 de septiembre.
Con el paso de los siglos los antiguos mayas se hicieron expertos en el conocimiento matemático, en ingeniería, arquitectura y acumularon avanzadas nociones astronómicas, por lo que reconocieron que ese hecho cósmico que ahora llamamos equinoccio –es decir, cuando el Sol se halla sobre el ecuador por lo que el día y la noche duran lo mismo– podía ser reflejado en magníficas construcciones, y que ello podría representar, por un lado, el aviso de la nueva época de cosecha y, por otro, la oportunidad para llenar los corazones de estupor con el descenso de Kukulkán, la versión peninsular del dios tolteca Quetzalcóatl, la serpiente con plumas, en la magna pirámide situada en el área ceremonial de Chichén Itzá.
Este descenso se debe a la dirección de la luz solar que cae con cierto ángulo en las escalinatas y proyecta sombras que semejan la aparición de la deidad serpiente. Los asombrados visitantes de todo el mundo deben colocarse a un costado de la pirámide poco después del mediodía, para contemplar cómo se forman siete triángulos hasta llegar a la base donde reposan enormes cabezas de serpientes de piedra con sus fauces abiertas. Todo un show.
El origen del presente éxito de Chichén Itzá inició hace unos 4,000 años, cuando en las aldeas de la península sus habitantes empezaron a distinguir cómo los rayos del Sol, dependiendo de la época, se proyectaban de manera peculiar y generaban sombras que avisaban sobre momentos críticos para la sociedad maya: tiempo de sembrar la tierra, la inminencia de las lluvias, la hora de la cosecha.
Lo extraordinario es que después de la población maya dejara de habitar Chichén Itzá, debido a diferentes factores climáticos y sociales, la jungla empezó a ocultar las portentosas edificaciones. Fue hasta 1936 que su parte exterior fue descubierta por habitantes de la zona arqueológica, pero tuvo que esperar hasta la década de los setenta a que el gobierno diera a conocer internacionalmente la maravilla lumínica y acústica de El Castillo.
Llegaron los arqueólogos, se escribieron libros, se organizaron conferencias y con ello la fama mundial de la que hoy goza este imán turístico en Yucatán.
Hoy, cuando las medidas contra la contingencia sanitaria empiezan a dar resultados es posible volver a presenciar este fenómeno que cautiva a personas de todo el planeta.
Es tiempo para todos aquellos curiosos que hayan sido protegidos con las vacunas, de hacer planes para no perderse durante este inicio del otoño la magia científica y cosmogónica de los antiguos mayas.
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